domingo, 2 de febrero de 2014

'La noche de Joe Montana' (SPORTACUS)


El sueño es siempre caprichoso y su ataque, furtivo. Nos sobreviene (la expresión más común suele ser ‘nos da sueño’) cuando menos lo deseamos y, sobre todo, cuando menos lo esperamos. Es decir, el sueño nos sorprende siempre en el momento más inesperado: durante el desenlace de la película que llevamos dos horas viendo y cuyo final nunca llegaremos a conocer, o en el enésimo corte publicitario de la serie de televisión que seguimos semana tras semana, siempre el mismo día, y a la que estamos enganchados y de la que irremediablemente nos perderemos, de repente y a causa del imprevisible sueño, el clímax de ese episodio en cuestión y, por tanto, también nos quedaremos sin descubrir el tan esperado giro argumental, la sorpresa que nos engancha y nos hace esperar con expectación al siguiente capítulo.

En definitiva, el sueño (así de caprichoso y furtivo es) actúa siempre cuando resulta menos querido y esperado y, en cambio, basta que uno esté ocioso y aburrido (por ejemplo, leyendo o escribiendo una entrada de blog), sin nada que hacer y también sin ganas de hacer nada, dispuesto a irse a dormir sin mostrar resistencia, para que este no aparezca y nos invada, en lugar de ello, el estresante insomnio y sus correspondientes vueltas en la cama, de un lado a otro y a otro y vuelta al principio (ninguna postura resulta cómoda entonces). No hay cosa que desquicie más que sufrir de insomnio toda una noche (teniendo además que madrugar al día siguiente) e intentar en vano dormirse. Cuando esto ocurre, a menudo es bueno encender la radio y dejar divagar la mente al arrullo de las ondas hertzianas. De esta forma, poco a poco se va amodorrando uno y empieza a hacerse presente la duermevela de la inconsciencia, que precede siempre a la llegada del imprevisible, furtivo y caprichoso, sobre todo caprichoso, sueño.

No obstante, también hay noches en las que la radio no sirve de nada y uno no deja de prestar atención (no es capaz, no puede) a lo que dicen las voces que salen de ella, despabilándose de este modo todavía más. Estas son las peores noches de insomnio, en las que el sueño se ha perdido de camino a casa y no nos encuentra y, entonces, soñamos despiertos con que estamos dormidos y verdaderamente soñamos. Así me ocurrió a mí anoche hasta que, harto ya de dar vueltas en la cama y escuchar la radio, recordé que era el domingo de la ‘Super Bowl’ y me decidí a verla, al fin y al cabo algo tenía que hacer.

La ‘Super Bowl’ es el evento deportivo más importante en Estados Unidos, quién sabe si también en el resto del mundo. De media lo siguen año a año más de cien millones de personas por televisión (sólo en USA) y aunque en España la NFL, o más conocida como el fútbol americano (que no rugby), no goce de amplio número de fans y seguidores, no nos queda más remedio que reconocer que la ‘Super Bowl’ es un auténtico espectáculo, en todos los sentidos de la palabra. Anualmente, en el partido del ‘Super Sunday’ (así se denomina al domingo de la ‘Super Bowl’, que es más que un partido, es una jornada de celebración, para pasarla con la familia y los amigos, día también de mucha comida y cerveza), los dos mejores equipos de la competición (tras haber jugado ambos la fase regular y los ‘play-off’)  se miden para ver cuál se alza con el trofeo Vince Lombardi que le acredite como campeón de la temporada. La ‘Super Bowl’ de este año (la cuadragésimo sexta edición ya) la disputaron anoche (en el faraónico estadio de los Indiana Colts, en Indianápolis) los New England Patriots y los New York Giants. Hasta la fecha, ambos contaban con tres títulos en sus vitrinas y en sus filas militan dos de las grandes estrellas del momento: el legendario Tom Brady y Eli Manning, los ‘quaterbacks’ respectivos de cada conjunto. También jugaban anoche figuras de la talla de Bradshaw, Ortiz, Pierre-Paul y Gronkowski, entre otros.

A su vez, habría que indicar, antes de ahondar en el desarrollo de la final de ayer, que el fútbol americano es un deporte complejo de ver y de seguir y también de entender. Tiene infinidad de términos concretos y específicos que si uno los desconoce, le resulta muy fácil perderse. Además, los cambios de jugadores son continuos y la estrategia y las jugadas de pizarra desempeñan un papel crucial en el desarrollo del juego. La NFL tiene, creo yo, otro problema de cara a obtener mayor seguimiento en España y este no es otro que el hecho de que es un deporte que no deja de ser profundamente americano, es decir, que tiene muchos tiempos muertos y parones, en el que las jugadas suceden muy deprisa (todo transcurre en breves segundos), y luego hay grandes parones entre ellas. En un momento determinado del encuentro aparecen los llamados ‘game highlights’ y si no los has visto, mala suerte. Para eso, de todos modos, están las mil repeticiones en televisión desde distintos tiros de cámara y a diferentes velocidades: cámara lenta y súper lenta, ambas incluidas. Por tanto, el fútbol americano se inscribe en la órbita de deportes como el béisbol (ambos son los reyes en USA), donde todo sucede todo muy deprisa y en un momento concreto, y para ver ese preciso instante en directo has tenido que ‘tragarte’ varias horas de aburrido partido. Nosotros somos más de deportes alocados e imprevisibles como el fútbol (el manido soccer que los norteamericanos apenas entienden), en el que sólo existe un descanso y el juego se sucede de manera más continua, haya o no haya goles y haya o no haya jugadas espectaculares para el recuerdo. Pese a todo lo anterior y aunque a uno no le guste la NFL lo más mismo, sentarse a ver la ‘Super Bowl’ es una maravilla, porque el espectáculo montado para la ocasión es impresionante. No hay que olvidarse que en el descanso del partido un gran artista (han pasado por allí Prince, Bruce Springsteen, Michael Jackson, los Rolling Stones, U2 y The Who, entre muchos otros) ofrece un concierto en directo y, además, los anuncios de televisión de la ‘Super Bowl’ son los más caros del año con diferencia y la gente los espera con expectación y habla de ellos varios días después.

De modo que ahí estaba yo, después de escuchar el himno americano, en los primeros compases de la final entre finales del mundo del deporte (a altas horas de la madrugada y con los ojos como platos), dispuesto a ver qué deparaba la tan esperada ‘Super Bowl’. Y los Giants empezaron de maravilla, con Manning repartiendo juego (mediante pases y carreras) y acumulando yardas ante el despiste inicial de los Patriots, que sufrieron un ‘safety’ (penalización de dos puntos en contra) en la primera jugada ofensiva de la que dispusieron y vieron a su vez como los de Nueva York anotaban el primer ‘touchdown’ de la final (con el correspondiente ‘extra point’) y conseguían un parcial inicial de nueve a cero en el primer cuarto.

Fue en el segundo cuarto, y en el momento en que peor marchaban las cosas para los New England (con un arranque francamente decepcionante y varios ‘drives’ cortos y sin éxito), cuando apareció Tom Brady, que tiró con casta de su equipo y enganchó una sucesión de pases y un par de ‘drives’ que llevaron a los de Massachusetts a conseguir un ‘field goal’ (tres puntos) y su primer ‘touchdown’ de la noche. Sorprendentemente,  tras lo visto en la primera parte, los Patriots se iban al descanso uno arriba (10-9) y, después de haber remontado una situación adversa, se posicionaban como favoritos para llevarse el partido (ya eran los favoritos en las apuestas antes de la ‘Super Bowl’) debido a que ganaban pese a no haber jugado bien y Brady, lógicamente, tendría que ir poco a poco a más durante el segundo tiempo.

El show musical del descanso corrió a cargo de Madonna, que presentaba nuevo disco y tomaba el testigo de los Black Eyed Peas (responsables del concierto en el intermedio de la ‘Super Bowl’ 2011) y de Lenny Kravitz, que ayer aderezó la previa al partido con un breve concierto a pie de césped.  En la reanudación, el partido siguió en la misma dinámica que durante el primer tiempo y, para mí sorpresa, comencé a notar una soporífera pesadez sobre los ojos y mis parpadeos se volvieron más lentos y pausados, como si de alguna manera estuvieran más pensados o fueran más intencionados, y el partido empezó a verse como una sucesión de fotografías, de imágenes concretas e instantáneas que se proyectaban entre prolongados fundidos en negro. Y, de repente, el verde del césped cambio de tono y no fue lo único que se transformó en la imagen, también los jugadores de los dos equipos cambiaron de indumentaria y de colores, y todo pareció volverse más fluido, más irreal; y en ese preciso instante ante mis ojos surgió también la figura de Joe Montana, la leyenda más grande del fútbol americano, liderando a sus San Francisco 49ers en otra ‘Super Bowl’. Tenían enfrente a los Denver Broncos y el resultado en el marcador era adverso, pero él no parecía rendirse, ni siquiera parecía dudar o estar nervioso… Comprendí entonces, justo antes de caer profundamente dormido, que ya me había llegado mi imprevisible y caprichoso sueño y que, por muy interesante que estuviese el partido o muy incierto fuera el resultado o posible ganador, no podría verlo, sino soñarlo, ya que así de furtivo e irresistible es el ataque del sueño y el mío me había encontrado de madrugada cuando menos lo esperaba y aun menos lo deseaba.

Las primeras luces del día me han despertado esta mañana. Para entonces, la ‘Super Bowl’ ya hacía varias horas que había acabado. Mientras desayunaba he leído en la prensa ‘online’ que los New York Giants se impusieron (resultado final: 21-17) en el último tramo de la final, ganando de este modo su cuarto título, y Eli Manning fue elegido MVP. No obstante, en mi sueño de esta noche (¿o era un recuerdo lo que he soñado esta fría madrugada de invierno?) el desenlace ha sido otro, bien distinto: Joe Montana, el ‘quaterback’ más grande de toda la historia, lograba completar con éxito un milagroso ‘Hail Mary’ a tres segundos del final. Jerry Rice atrapaba el balón pasado por Montana y anotaba el ‘touchdown’ de la victoria. De esta forma, los San Francisco 49ers se imponían a los Broncos de Denver en una de las ‘Super Bowl’ más emocionantes…


Creo recordar que era éste el borroso sueño (o recuerdo) que tuve anoche cuando me quedé finalmente dormido de madrugada, lo que me hizo perderme el desenlace de la final real, la que ocurría al otro lado de la televisión, cuyo resultado he tenido que leer hoy en los periódicos. Y es que así de caprichoso y furtivo es el sueño, que nos sobreviene o (mejor dicho) nos da cuando menos lo deseamos y, sobre todo, cuando menos lo esperamos. Mi sueño, en concreto, es especialmente imprevisible. Hay veces que se pierde en su deambular por las calles y no llega a mí hasta muy entrada la madrugada, como ocurrió anoche cuando me dispuse a ver insomne la ‘Super Bowl’. Sin embargo, hay otras veces en las que mi sueño me llega muy pronto, apenas ha caído el sol y me quedo, entonces, profundamente dormido a las primeras de cambio; de hecho así me ocurre hoy, que bostezo sin parar al tiempo que escribo esta entrada y desde hace rato ya noto como se me bajan los párpados, se me cierran lentamente los ojos y comienzo a pensar que quizá ni siquiera pueda terminar de escribir esta entrada para el blog que… ¡Qué sueño!