viernes, 21 de marzo de 2014

'Perros de lluvia' (versión Long Play/extendida)


La voz de mi difunta esposa surgió del interfono. Pulsé el botón cuadrado y oí el portal abrirse. Salí al descansillo y, acodado en la baranda, bajo la luminiscencia que filtraba la claraboya, oteé el hueco de las escaleras. Nada vi aunque el golpeteo de unos tacones contra los peldaños indicaba que mi visitante se aproximaba. Con el alma en vilo comprendí que iba a conocer la identidad de aquella usurpadora.


El ruido de las pisadas cesó y yo incliné el cuerpo sobre la baranda y dije "tiene que subir una planta más, es una más arriba". De nuevo nada vi, pero escuché los tacones que, como un metrónomo, marcaban el ritmo de su ascensión. Transcurridos varios segundos, una mujer, diría que de mi edad, apareció en el rellano. La escasa claridad no me impidió distinguir una melena ondulada y las facciones de su rostro, muy blanco. Me tendió una mano y yo se la estreché. Dije "hola" y ella dijo "hola, me llamo Ana, llevo días detrás de usted". "Pasa, hablemos dentro y nada de usted, tutéame, por favor", fue mi respuesta. Ana entró en casa. Le pregunté si quería tomar algo. Declinó la oferta alegando que era muy tarde y se iría enseguida. Se sentó en el sofá del salón. Yo cogí una cerveza de la nevera y me senté en un sillón. Nos quedamos mirando, en silencio.

"No te entretendré", aseguró y luego también dijo, "me envían del club, quieren saber si finalmente estás interesado en ingresar o no; hace tiempo que esperan una respuesta". "Últimamente he tenido una época complicada, mi mujer falleció hace poco", me excusé. "¿Sabes? Tu voz es parecidísima a la suya". Entonces Ana dijo "lo siento mucho, mejor vuelvo otro día". Se levantó y ya se dirigía hacia la puerta cuando yo la insté a que se parase y le dije que sí, "sí estoy interesado en formar parte del club, podríamos vernos una noche para cenar y cumplimentar el papeleo". "Otro día vendré", zanjó ella.

Nos despedimos cordialmente en la puerta de casa y, antes de alejarse, Ana dijo "en el club gustó mucho tu último trabajo, de hecho, han puesto muchas esperanzas en ti". Asentí con la cabeza y ella comenzó a descender por las escaleras. Oí el golpeteo de sus tacones, un sonido que se hizo cada vez más tenue, hasta que desapareció. Lo que no dejé de escuchar dentro de mi cabeza fue su voz, la voz de mi difunta esposa.