Tengo un amigo que a diario anota por escrito cada cosa
que le acontece y, además, lo hace en el reverso de los extractos que le llegan
procedentes del banco. No se trata de un recordatorio o lista de tareas
pendientes, tampoco pretende llevar un diario personal, en el más riguroso de
los sentidos, sino que este peculiar comportamiento responde a su obsesión por el
paso del tiempo el cual, según él, se escurre entre las manos para jamás volver.
De modo que, temeroso de la desmemoria, mi amigo corre a casa tras cada suceso
y allí apunta de forma aséptica el hecho en cuestión, convencido de que así lo está
salvando del olvido, de que seguirá ahí cuando quiera o necesite recuperarlo
(¿alguna vez necesitará recuperarlo?), cuando sus ojos miren atrás en busca de
recuerdos ya difusos. Entonces, llegado ese momento, él recurrirá al dorso de
sus extractos bancarios; me dice orgulloso.
martes, 30 de septiembre de 2014
Fantasmas de papel, en busca de la literatura indeleble
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sábado, 20 de septiembre de 2014
Relato: El peor
Soy el peor y por eso muero. Deambulo sin razón a través
de los fantasmas de la última noche. Desde hace semanas siento en el pecho,
medio palmo por encima del corazón, las punzadas arrítmicas que habrán de
ponerme fin. Los ojos cerrados no maquillan el dolor. Cuando entorno los
párpados y caigo al suelo, diría que floto. Jamás los abriré de nuevo.
viernes, 12 de septiembre de 2014
Hilo telefónico
Aquel teléfono era adicto a las desgracias. Cada llamada
introducía en la casa el fantasma de otro que dejaba el mundo. Los finados se
sucedían como los timbrazos en una línea muerta. Al otro lado del hilo, Juan
perdió familiares, amigos y conocidos. Todos fueron víctima de la parca
telefónica, desterrados al olvido de la memoria.
jueves, 4 de septiembre de 2014
Electrodoméstico
Un día simplemente no pudo más. Aquel joven y sano
individuo se cansó de batallar. Se rindió y nadie sabría decir qué porcentaje
de culpa en el derrumbamiento tuvieron factores como el desamor y la
imposibilidad de encontrar trabajo. En cualquier caso, la idea de abandonarse a
los erráticos latidos de una crisis existencial le sobrevino cuando se hallaba
comprando en Carrefour. Temió echarse a llorar en mitad del pasillo reservado para los
lácteos, por lo que huyó a la desangelada sección de electrodomésticos.
Encontró un hueco entre dos lavadoras de última generación, de ésas que después
de cada lavado depuran el agua y no hacen daño al medio ambiente, y allí se
sentó.
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