lunes, 17 de noviembre de 2014

Relato: Ciudades


La taza espera cerca de los labios. Es la tercera vez que Marta intenta dar un sorbo que nunca llega, retrasado por las continuas risas. Qué cara ha puesto, madre mía, y vuelve a proferir una gran carcajada. Juan, sentado a la mesa frente a ella, la observa y ríe contagiado. Ese camarero jamás había visto a dos glotones así, acierta a pronunciar de forma entrecortada mientras deja caer sus gafas para secarse las lágrimas. Marta descubre que ella también está llorando y eso hace que ría de nuevo. Menudo par, susurra cuando se calma. Ambos quedan unos instantes en silencio y ahora sí consiguen beber, aunque muy poco porque al mirarse no pueden contener otro arranque de risotadas.

martes, 11 de noviembre de 2014

La mala estrella: George Simenon y los aventureros fracasados


Jamás lo he hablado con él pero siempre me he preguntado por qué mi padre compró aquel libro. No es una de las novelas famosas de George Simenon, ni tan siquiera resulta medianamente conocida entre sus cada vez menos numerosos seguidores y, además, en ella no hay ni una mención a su mejor personaje, el celebradísimo inspector Maigret. ¿Entonces por qué se hizo con él en Madrid? ¿Qué le impulsó a comprar ése y sólo ése, y por qué no ningún otro de la colección? ¿Acaso no quedaban más? ¿Qué entrevió o vislumbró en esa obra? Si adivinó algo tal vez ya no lo recuerde, ha llovido mucho, y en esta vida nos protege el olvido, no la memoria.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Días ordenados


Inició su día por la noche. Con gusto devoró a solas una generosa cena. Luego se dejó ir hasta la tarde, momento en que se permitió disfrutar del mejor café acompañado por una buena lectura. Como no quería dejar lo más trabajoso para el final, decidió entonces afrontar su mañana y el obligado turno en la oficina. Tras horas largas y tediosas no comió sino que desayunó mientras, de fondo, escuchaba la radio. Dejó el almuerzo para el desenlace de la jornada. En ese punto comprendió lo inútil de todo aquello. Y es que el orden de los factores no altera el producto. 

martes, 4 de noviembre de 2014

Acerca de un escritor zombi


No escribió nada de valor hasta que una mañana de invierno hundió ambas manos en su pecho y se arrancó el corazón. La ausencia de aquel peso, esa sensación de sobrecogedora nada, y la estrafalaria visión de aquel órgano latiendo ante sus fascinados ojos le inspiraron para dar forma a un contundente relato que semanas después de su concepción ganaría el certamen de texto breve más reputado de la ciudad, ‘La antena del picudo rojo’. Y así, tras un acto de furiosa insensatez, empezó su extraño y efímero ascenso a la gloria literaria.