martes, 17 de febrero de 2015

Crítica de cine: 'American sniper'



American sniper: nacido (y criado) el 4 de julio

El dedo no precisa gatillo para ser revólver. Un índice enhiesto señala y acusa. Apunta y dispara. Eastwood ya lo sabía mucho antes de Gran Torino. Pero en American sniper el tiro es de largo recorrido (la guerra de Irak como epítome de la sinrazón humana). Se requiere un arma de mayor alcance y exactitud para abatir al espectador. Por eso el viejo Clint entrega su rifle de francotirador a un mastodóntico Bradley Cooper que encarna al perfecto marine de élite, heroico soldado que encuentra el horror en la vuelta a casa. Quién es su mujer. Y sus hijos. Chris Kyle (militar cuya vida inspira esta película) sólo recuerda el frente. En su televisor apagado repasa cada misión, cada disparo. Perro pastor, nunca oveja; le repitieron de niño. Azote de lobos. Y las hojas del calendario, fotocopias de un eterno 4 de julio.

sábado, 14 de febrero de 2015

Crítica de cine: 'Mr. Turner'


Mr. Turner: cuando pinte mi obra maestra

En el 71 Dylan se rodeó de The Band para cantar que todo sería distinto cuando pintase su obra maestra. La pintura, la música y hasta la escritura, tres formas distintas de arte, tienen en común lo tedioso del proceso. El resultado, entiéndase la obra terminada, emana gloria, maravilla, pero el camino hasta el último golpe de pincel supone en casi todos los casos una esforzada agonía.

jueves, 12 de febrero de 2015

Juego de luces (artículo)


En Málaga el Carnaval brilla con luz prestada. Son los fantasmas de la última Navidad quienes todavía iluminan calle Larios. Porque este año los carnavales de la ciudad invocan al espíritu del cine mudo. Defienden el goce visual a costa del auditivo. Por eso en los otrora ruidosos teatros Cervantes y Alameda este febrero se canta muy bajito. Y los versos suenan tan quedos que ni siquiera dan la murga al sueño de los vecinos. Tampoco se oyen los habituales pitos y tambores. Ni las voces a coro. Con suerte uno escucha algún susurro vestido de comparsa. Mientras que en la calle poquísimos se disfrazan. Recorriendo el Centro ya no se ven los V de Vendetta, Doraemon y Transformers de años anteriores. La fiesta en sí misma se ha transformado. Ha adquirido una sorprendente quietud contemplativa. Se nota en las discotecas vacías. Ahora quiebran todos aquellos locales que acogían el celebradísimo Carnaval Joven. Y qué fue del Carnaval del Mayor y sus bailes. Parejas detenidas a mitad de paso. Sepultadas bajo algún conjuro que no las deja regresar. Que las ha convertido en espectadoras mudas. Tampoco nadie protesta. El espíritu reivindicativo de estos festejos se ha perdido hasta en la gala drag queen. Tenemos un Carnaval disfrazado de Cuaresma. Una autoparodia sin gracia. Atrás han quedado las comparaciones con Cádiz. Ahora sólo importa la iluminación. Capítulo en el que este 2015 vamos sobrados. Mosquitos faltos de sangre aunque atiborrados de luz. En Larios hace meses que no se pone el sol. Días que en realidad son uno sólo. Largo e inacabable. Siempre el mismo. He oído que las fotografías allí salen preciosas gracias al inmenso flash que cubre toda la calle. No lo dudo. En los carnavales de Málaga ya no usamos caretas ni disfraces. Pero un buen juego de luces también logra disimular los peores defectos.  

martes, 10 de febrero de 2015

'Siempre Alice' (artículo)


Alice se olvidó de Alice. Se acuerda de la niña que una vez fue. A ratos también se acuerda de sus niñas. Ya mayores. Pero no consigue verlas por mucho que mire alrededor. Hijas irreconocibles para esos ojos claros de Alice que ahora brillan vacíos de recuerdos. Alice quiere seguir siendo joven. Seguir siendo Alice. Eso sueña las noches que no puede dormir. Mientras que durante el día duerme el insomnio de esas incontables madrugadas que va olvidando. Alice pelea su desmemoria con palabras. Las repite. Intenta retenerlas. Y por unos instantes las atrapa. Aunque enseguida se vuelven transparentes. Tan invisibles que no recuerda su trazo. Cómo se escribían. El teléfono móvil con las alertas y el autotexto supone el mejor punto de apoyo. Es el bastón que guía su lento caminar. Pero Alice siempre prefirió correr. Anudarse las zapatillas de deporte y salir a correr hasta perderse para quizás así terminar encontrándose. Sin embargo, hace tiempo que Alice ya no se encuentra en ningún sitio. Ni siquiera cuando cruza el campus en el que dio clases durante años. La universidad se ha vuelto un lugar tan extraño como las hojas del calendario. Todas las fechas le parecen iguales. La misma. Ayer fue hace un mes. O tal vez fue hace tan sólo un suspiro. Quién sabe. Hoy es sucesión de infinitos fogonazos y sombras. De risas y llantos. Hoy en realidad no existe porque existen demasiados hoy a lo largo de un día. Y Alice tampoco tiene fuerzas para pensar en mañana. Sabe que se le olvidará sin remedio. Alice ni siquiera consigue recordar cuánto echa de menos a su familia. Cuánto añora el trabajo. Esa vida que ha ido borrándose ante sus ojos. Perdiendo el trazo. Al otro lado del espejo Alice no reconoce a Alice. Es el rostro de su fantasma. Alice no está y está. Alice. Todavía Alice. Siempre Alice. 

domingo, 8 de febrero de 2015

Adiós al cartómano René Lavand (artículo)


Cuentan en la ciudad argentina de Tandil que René Lavand nació con dos manos y una baraja de naipes bajo el brazo. A los nueve años la mala fortuna a los mandos de un automóvil le arrebató la derecha. Sin ganas de retirarse tan pronto del tapete, René Lavand niño jugó todas sus cartas a la mano izquierda como si nunca hubiese necesitado la otra. Así aprendió una técnica de magia inexistente: la lentidigitación. “No se puede hacer más lento”, su lema al final de cada truco. Pero en realidad lo suyo no eran trucos sino ilusiones. “Vivan la ilusión, como me permito yo a veces”, nos aconsejaba Lavand con cálida voz de abrazo. Y seguidamente sonreíamos asombrados cuando le veíamos extraer el mismo naipe que alguien entre el público había elegido y barajado a escondidas. Arrancaba nuestro aplauso cuando intercambiaba las cartas de un lado a otro de la mesa sin tocarlas. De repente las rojas pasaban al lugar de las negras. Y las negras al de las rojas. Sabía maravillarnos cada vez que colocaba un as del revés encima de la baraja y lo recuperaba boca arriba al fondo del monto. Así eran sus actuaciones. Fantásticas. Tan inolvidables como su oratoria. Porque igual que Lavand no hacía trucos sino que los representaba. El gran mago argentino tampoco hablaba. Contaba. Se caracterizaba por narrar con delicada exquisitez. Dominaba la palabra y disfrutaba recitando anécdotas: duelos en el Lejano Oeste, encuentros con gitanos, desafíos entre prestidigitadores. La mayoría de las historias fabuladas. Pero también muchas ciertas. Y qué bien sonaban. Cuánta elegancia en la expresión. Cuánto amor por su público. El de Tandil aderezaba los relatos con menciones a ilustres escritores y pintores. Unamuno y Picasso presentes en todas sus funciones. Lo admiraban los grandes maestros de su arte: Tamariz, Pollock y Coppefield. Y muchos seguidores que hoy nos descubrimos apenados. Porque ayer murió el cartómano René Lavand a los 86 años. Su fantasmal mano derecha arrastró el resto de su cuerpo hasta el lado de lo invisible. Cuesta decir adiós a este caballero del naipe que tan hermosamente narraba milagros de tapete. En Youtube nos quedan los vídeos de sus shows. Me hubiese gustado conocerlo en persona. Verle en directo. Le habría preguntado cómo hacía el juego de las tres migas y el pocillo. “¿Para qué descubrir, joven?”, su probable respuesta. La de René Lavand nunca fue una ilusión manca. Derrochaba autenticidad a manos llenas. El mago argentino por antonomasia dedicó su existencia a emocionar al mundo. Ese mundo perdió este sábado parte de su magia. Poca en comparación a toda la que nos brindó en vida. Descanse en paz René Lavand. En el cielo ya toman asiento para su próxima actuación.  

jueves, 5 de febrero de 2015

Asignatura pendiente


En casa, ocurre en casi todos los hogares españoles, siempre estamos pendientes a cualquier oportunidad de charlar (e incluso discutir) con la televisión. Es una asignatura que nos tomamos muy en serio. Por eso cuando el televisor aporta un dato, vale cualquiera, rápidamente comenzamos a descuartizarlo. Mi padre es el mejor del mundo riñendo con la TV. Rebate cada argumento del tubo catódico mientras los demás tan sólo acertamos a defendernos de la alta definición.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Citando a Garci


El año pasado nueve millones de apellidos, vascos y no vascos, fueron al cine a ver el debut interpretativo de Dani Rovira. Nueve millones que se vuelven 56 si calculamos los millones de euros recaudados en taquilla. Casi la mitad del fantástico total de 123 millones (otra vez euros) cosechado durante 2014 por la industria cinematográfica española al completo. Exitazos como La isla mínima, El niño, Relatos salvajes y Torrente 5 lograron algo hasta hace poco imposible: que uno de cada cuatro espectadores eligiese producto nacional en la cartelera. ¡El 25%! Para encontrar un dato igual de bueno hay que remontarse a 1977. Año de las primeras elecciones libres en nuestro país. Año del primer vuelo del Concorde sobre las aguas del Atlántico. Y año de estreno del primer film del célebre director José Luis Garci. Treinta y ocho vueltas al calendario más tarde, a días de una nueva gala de los Goya, reviso la cinta del realizador madrileño. Ojalá este rebrote del cine español no sea pasajero. Ojalá superemos de una vez por todas nuestra Asignatura pendiente.

martes, 3 de febrero de 2015

Pareja de nadies (artículo)


Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Pero cuántas palabras suman un sonido. La voz de Andrés Neuman, a veces argentina, a veces andaluza, siempre amiga, se baña en cada sílaba, las pronuncia agradecido, como si fuesen pequeñas celebraciones. Andrés habla igual que escribe, con felicidad curiosa, aunque no pude comprobarlo hasta hace muy poco, cuando el bonaerense afincado en Granada bajó a Málaga para presentar la reedición de su novela Una vez Argentina (Ed. Alfaguara).

lunes, 2 de febrero de 2015

Crítica de cine: 'Nightcrawler'


Nightcrawler: cuando te vi morir y disfruté

Jake Gyllenhaal nunca será un tío normal. Hay algo en sus tics, en su modo de inspeccionarse ante el espejo, también cuando mira a cámara, que aterra tanto como atrapa; parece que se descubriese siempre por primera vez, y esos ojos espantados amoratan desde lejos. Da miedo verlo planchar sentado en el sofá, mirando la televisión, riendo como un joker. Y esa es sólo la envoltura del protagonista de Nightcrawler, su última cinta que ahora llega a la taquilla española. En ella Gyllenhaal interpreta a Lou (de curioso apellido) Bloom. Cómo describirlo: visceral, fisgón, arribista, implacable en sus actos. Ambición desmedida la de este usurero carente de ética que amenaza la comodidad de los espectadores. Porque Lou es el Mal clásico en su versión actualizada y empírica. Y nada tememos más que la irrevocable realidad.