domingo, 11 de octubre de 2015

Contando ovejas

Todas las noches cuento ovejas hasta que me duermo, lo que suele ocurrir entre la oveja 3.458 y la 5.716, aunque cada noche es un mundo. Normalmente me entra algo de sueño con la oveja número 1.113, pero tampoco sucede siempre. Resulta complicado de explicar. Pero agradezco de corazón el ahínco y la fidelidad de mis ovejas. Pese a que veces dudo si la que brinca es la misma oveja que cuento y recuento en bucle. Porque son tan parecidas entre ellas, tan algodonosas e indistinguibles. Claro que yo no sé interpretar sus balidos y quizá ahí resida lo que las diferencia. Desde luego a mí me suenan igual. Por eso ayer no comprendí de primeras qué pasaba. Había sido el mío un día agotador. Terminé de cenar casi muerto. No exagero, los párpados se me cerraban. Rendido arrastré el cuerpo hasta la cama y enseguida caí dormido. Al rato escuché balidos. Muchos. Pensé que eran soñados. Pero al abrir mis ojos descubrí incontables ovejas rodeándome. Sus caras, de auténtico enfado. Quise apaciguarlas con palabras amarillas. Inútil. Sólo se calmaron al escuchar que empezaba a contarlas. Entonces saltaron felices sobre mi cama en otra noche de insomnio. 

jueves, 8 de octubre de 2015

Microrrelato por viaje: Almáchar

El pueblo era una rayuela de casitas blancas. Allí se conocieron, jugando en sus calles. También cerca del viejo cauce, donde se besaron por primera vez. Y en la plaza mayor, que presenció su primer baile, guapísima ella con su vestido coral, muy elegante él de chaqueta y corbata azul. El bar de Matías acogió las primeras borracheras. Crecieron felices: el uno con el otro y casi sin querer. Pero llegó un día en que no coincidieron. De repente dejaron de encontrarse en cada esquina. Olvidaron la rayuela. Los niños se habían hecho mayores. 


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Fotografia: Pablo Moreno
Cuento: Fernando García de la Cruz 

miércoles, 7 de octubre de 2015

Caminante de palabras (#1): Almáchar

Pablo Moreno, autor de Caminante de palabras, escribe sobre Almáchar para el blog: 

"La luz intensa que desprendían las encaladas paredes del pueblo hizo fijar la mirada en la panorámica más bella del pueblo. Era mediodía. Se trataba de un momento excepcional para saborear los productos de la tierra. En uno de los restaurantes cercanos a la antigua iglesia pudimos degustar una de las mejores carnes. El sabor conseguido gracias a la buena elaboración y a la adquisición de un producto excepcional evocaron los mejores recuerdos. Instantes después de disfrutar de la gran comilona, se imponía hacer un poco de deporte. Almáchar es perfecto para ponerse en forma. Protegido por gatos, en la villa hay empinadas cuestas y pendientes para todos los gustos. Subirlas puede constituir un reto. Por eso, uno piensa que podría ser posible la construcción de un funicular, un tranvía, un ascensor panorámico de cristal o incluso montar un tren turístico. Dos fueron los núcleos expositivos visitados, pero yo me quedo con una fotografía del Museo de la Pasa en la que aparecía a escondidas un amigo. La visita coincidió con la Feria del Ajoblanco, un elixir mágico a base de almendras que cedí amablemente tras la insistencia de un periodista salvaje. Por cierto, aquí me sirvieron la Pepsi más barata de los últimos años. Eso sí, después de aprender mi primera frase de coreano que apenas ya recuerdo. Mamoko es un nombre propio que jamás se olvida."


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Fotografía y texto, por Pablo Moreno

domingo, 4 de octubre de 2015

'Tiempos verbales'

Presente continuo y a la vez simple el nuestro. Ahora histórico. Pasado un beso veo el futuro. Es indicativo, pluscuamperfecto, sin imperativos y tan olvidado de pretéritos que nunca sé conjugarte en condicional.

jueves, 1 de octubre de 2015

Watergate costasoleño (y II)


Tampoco soy Carl Bernstein y ni siquiera me parezco a Dustin Hoffman, pero recuerdo que una noche a última hora en el periódico, justo antes del cierre, necesitaba triple confirmación para publicar al día siguiente mi historia e hice igual que en la película Todos los hombres del presidente; me encerré en una sala con el auricular del teléfono pegado a la oreja y le dije a mi fuente “no te pido que me digas nada, tan sólo voy a contar hasta diez, ¿vale? Voy a contar de cero a diez y si al finalizar aún sigues al otro lado significará que no hay problema en salir con el artículo mañana, ¿de acuerdo?” Oí un “de acuerdo”. Inmediatamente empecé: “Cero, uno, dos, tres, cuatro...” Comprobé que todavía había línea. “Cinco, seis, siete...” Increíble, ¡aún línea! “Ocho... Nueve... ¡Y diez!”. “¿Queda todo claro, no?”, me preguntó la fuente. “Gracias”, contesté yo antes de colgar. Y así fue, de veras que sí, cómo firmé mi mayor exclusiva: el veterano entrenador y querido exfutbolista Ricardo había cerrado de cara a la nueva temporada el fichaje de Ricardito, esperanza de futuro para el equipo del barrio y su hijo de nueve años.