sábado, 23 de abril de 2016

Fernando Páramo

Me tomó al asalto: “Fernando, necesitan personal de refuerzo en el Carrefour de Comala; mañana de tarde empiezas”, dijo mi jefe de sección. “Pero, Pedro, eso es imposible”, protesté atropellado, incrédulo, “en Comala todos están muertos, ya lo contó Juan Rulfo”. Y Pedro rio feliz, puede que de mí, de mi ocurrencia tal vez. Luego, quiso calmarme: “Que va, que va”, me repitió, se repitió, “aquel tiempo pasó, ahora Comala es futuro: rebosa turistas, comercios, vida. Lo comprobarás por ti mismo mañana”. Horas después salí hacia allí. Largo rato anduve perdido en la llanura gris y amarilla. Y con cada paso me ahogaba un poco más ese calor líquido, empapado, tan de los cuentos de Rulfo. Finalmente, un arriero me indicó el camino. En las afueras de Comala, Carrefour refulgía como las casitas dolorosamente blancas abajo en el pueblo. La chica de Recursos Humanos me dio una tarjeta identificativa nueva. Leí: “Fernando Páramo, Electrodomésticos”. Sin decir nada, comencé a trabajar. Pero los clientes no llegaban. De modo que aproveché para imprimir y colocar los precios que faltaban en el PAE, también encendí los televisores de la parrilla, frenteé el pasillo con los cables, limpié el cristal grasiento y nada espejado de las tablets, además, repuse los deuvedés y tedetés, cambié yo solo todos los microondas del podio Daewoo y hasta encarcasé las maquinillas y depiladoras eléctricas. La tienda entera me quedó magnífica, igual que nueva, en realidad creo que como nunca antes; claro que la tarde se fue sin dejar venta. Algo contrariado, temeroso de no sé exactamente el qué, devolví a la oficina los 150 euros con los que habíamos abierto caja. Y sobre el mueblecito de metal gris de tacto casi líquido, donde se guardan los fondos de la jornada siguiente, vi entonces aquella hoja de reclamaciones. Quejándose de un tal Fernando Páramo

jueves, 21 de abril de 2016

Dormidos (revisitado)

Todo lo que no pasa nos pasa de noche. Cuando no somos nosotros sino nuestros sueños. Y desde tu duermevela de párpados rendidos dices lo que por la mañana callaste. Mientras yo imagino, aunque a esas horas casi parece recuerdo, las vidas que jamás tendremos, con sus ilusiones, quehaceres y tantas cenas contigo, después de bajar a la playa o saliendo de un cine de Madrid. Justo anoche soñé con nuestro último no viaje. Allí no discutíamos ni nos éramos insinceros. Me encantaba tu risa y todo nos podía pasar pese a que ya no nos pase a nosotros. O quizá sí y aún somos posibles. Tan sólo de noche. Dormidos. 

domingo, 17 de abril de 2016

Noches azules

¿Tarda mucho, no? Pregunta Lucía. Igual que Luisa cuando en su blusa de lunares amarillos ya no quedaban botones que desabotonar. También se lo oyó a Teresa. Y a las hermanas Vargas. Primero a la mayor, Chabela, que no sólo lo dijo sino que la acarició con ambas manos, pareja de esposas subiendo y bajando, luego vuelta a empezar, pero tan suaves como inútiles. Marisita, en cambio, se la metió en la boca, y qué horror sintió al descubrir que se salía y huía de sus labios, rechazados todos los besos de la pequeña de las Vargas. “Tómatela”, pidió exhausta. Pero esta noche ni siquiera han sido suficientes esas dos pastillas coloreadas de los ojos de Lucía, que aún la restriega y se restriega hasta que llega un momento en que está cansada, desengañada, creo que incluso harta, no puede más. Abandona o se abandona, y cae a su lado. Desnudos, bocarriba, sin hablar. Lucía ahora enciende una luz. En el último cajón guarda sus pastillas, también son azules. Le permiten dormir. Despertar de otro mal sueño. 

martes, 5 de abril de 2016

Pesadilla

Esta noche no nos queremos ver ni en sueños. Cada uno mira su lado de la almohada. Escucho que ya duermes mientras yo aún doy vueltas. A la cama, a nosotros. Mañana te preguntaré de nuevo. Como en una pesadilla. 

lunes, 4 de abril de 2016

Soñarse futbolista


Anoche soñé que alguien pagaba por mí 75 millones de euros, como el Real Madrid por James (según la web Football Leaks). Así que esta mañana no he ido a trabajar sino al hotel Palace, donde he desayunado caviar con cava sin tener que pagar. Luego he pasado por calle Serrano a recoger, también gratis, la chaqueta Armani que llevaba meses codiciando. Queda realmente fantástica junto a mis nuevas gafas de sol Louis Vuitton y el Ferrari 488 GTB, ambos regalo de los patrocinadores. Y hace un rato, al cierre en Fabrik, todas querían venirse a casa. Vaya día, me he felicitado en la cama, ya solo. Yo siempre leo antes de dormir, pero hoy ha sido imposible. Sobre el papel, las palabras bailaban indescifrables, huidizas, odiosas. Como si supieran que ahora soy futbolista.

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Imagen: James Rodríguez, fotografiado durante un partido (ESPN FC).   

Olvida que es lunes (y llueve)

El botón descorcha tus vaqueros, que al principio resbalan sólo un poco, tan poco, apenas promesa de la piel, pero luego, casi enseguida, mi mano que acude en su ayuda, los pantalones caen y se caen por completo, hasta más allá de nuestros pies, hasta volvernos locos. Contigo aquí, mira qué cerquita, aún es domingo. 

viernes, 1 de abril de 2016

Pequeño alegato de un vendedor

Lo juro, quise matar al cliente con mi pistola de precios. Su banda lectora de repente reconvertida en una larga mirilla láser roja, muy roja. Pero era un comprador contumaz, imparable, puede que hasta inmortal. Con un solo propósito, supo desarmarme tras el mostrador. Y me habló de la OCU, también dijo del Supremo y de otra nueva hoja de reclamaciones en mi historial, mientras sus manos nudosas buscaban atraparme el cuello, desgarrarlo; para, enseguida lo vi, tomarla luego con toda nuestra tienda... Por eso he hecho la devolución del tostador, jefe. En metálico.