viernes, 1 de abril de 2016

Pequeño alegato de un vendedor

Lo juro, quise matar al cliente con mi pistola de precios. Su banda lectora de repente reconvertida en una larga mirilla láser roja, muy roja. Pero era un comprador contumaz, imparable, puede que hasta inmortal. Con un solo propósito, supo desarmarme tras el mostrador. Y me habló de la OCU, también dijo del Supremo y de otra nueva hoja de reclamaciones en mi historial, mientras sus manos nudosas buscaban atraparme el cuello, desgarrarlo; para, enseguida lo vi, tomarla luego con toda nuestra tienda... Por eso he hecho la devolución del tostador, jefe. En metálico.