domingo, 31 de julio de 2016

El extraño (nuevo) caso del doctor Jekyll y el señor Hyde


Siempre en el turno de mañana, Jekyll. Y Hyde por las tardes. Los dos vendedores nuevos casi parecen uno. Tan distintos (o complementarios) que se igualan. Jekyll presume de compromiso. Nadie ordena mejor la tienda. Saca carteles y promociones. Su frenteo de pasillo se ha vuelto legendario entre la plantilla. Y los clientes le estrechan la mano. Gracias, gracias, le sonríen, ha sido muy amable. Pero las ventas son de Hyde. Que sabe despertar la necesidad en el comprador. Y luego lo seduce hasta la caja. Allí se torna brutal, expeditivo. Asesina por una extragarantía. Desde que entró, sus números dan miedo. Ambos terminan contrato ahora. Sólo uno renovará para otros tres meses. Recursos Humanos dudando: ¿Mitad Jekyll? ¿Mitad Hyde? Todo precariedad.

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*Imagen: "THE TRANSFORMATION. GREAT GOD! CAN IT BE!!", cartel de la primera adaptación teatral del relato de Stevenson.  

domingo, 24 de julio de 2016

Fantasmagoría

En tu casa habita un fantasma. No te asustes. En cada piso hay uno, o una. Porque mi fantasma es mujer. Llegó conmigo. Supongo que la traje yo. Abrí esta maleta y ahí estaba. Desde entonces se aparece y desaparece a su antojo. Tiene predilección por las madrugadas. Pero no me acostumbro a despertar y verla observándome, mira con ojos demasiado negros; ni a que compartamos almohada. Anoche quiso que le contara mi sueño. Aún medio dormido, la voz todavía muda, recordé que en él aparecías tú. Que de repente volvías a casa. Decías huir de otro fantasma. Yo te daba un abrazo, y también mi manta. Nos acurrucabas bajo ella. Para despacito, soñando, perder el miedo.  

lunes, 18 de julio de 2016

La Odisea

Ulises no puede regresar a casa. Cada día, otro inacabable. Más que eterno, Ulises inmóvil. Eres aquí. Estarás siempre. No hay vuelta. Sólo humo. Y esta ola de calor. Sirenas por toda la ciudad. Ulises trabajando en las afueras. Sin Sur, sin norte. Escaso de dioses. Vacía su suerte. Lleno de ayer.

jueves, 7 de julio de 2016

IMSERSO

Esta pequeña historia se la contaron hace poco a mi abuela, que enseguida se la relató a mi madre, que por teléfono me la repitió, quizá queriendo, seguro intentando, que yo le pusiese palabras. Pero quien narra es mi abuela:

Verás, Pili. Concha me explicó que era una excursión de un día por los pueblos blancos de Cádiz. Ya te imaginas, muchos mayores y kilómetros en autobús. A mediodía paran delante de una venta. Antes de sentarse, rodean la barra y beben cerveza. Brindan. Y al tal Matías le sabe a gloria. La primera caña. Porque la segunda parece que le cuesta. De repente, se siente morir. El hombre toma y se toma tan en serio que va y muere allí mismo, al instante. Fulminante. Infarto, anuncia el médico presente (siempre hay uno) entre los comensales. Que se miran, los más aprensivos incluso, cuenta Concha, se buscan con disimulo el pulso, sin entender bien cómo. Aunque la conmoción dura casi nada. Porque oyen que el de la funeraria no llegará hasta dentro de horas. Insostenible situación. Algo hay que hacer. Todos de acuerdo. Pero sólo dos cargan y acuestan a Matías en el patio trasero de la venta. Un tercero, que padece de los hombros, le tapa con una manta. El resto de la excursión superviviente se sienta a comer. Si es que ya estaba pagado, se repiten. El menú, muy sabroso. Anima a la conversación. A reír durante los cafés. Luego, siesta en el bus. Lleno salvo por la plaza de Matías. Todavía en el patio, como si durmiera. Igual que se olvida un sueño.

miércoles, 6 de julio de 2016

Farmacia 24 horas

A veces es un resfriado. Otras, un virus. O una gripe. Quizás una indisposición. Incluso una reacción alérgica. O que de repente va y sufre mareos. Males. Infecciones. Quejas. Se queja de qué sé yo. Por cualquier dolor baja. Ante cada molestia. Pero a la auxiliar de farmacia jamás le molesta. Siempre comprende. Y casi siempre le sonríe. Con labios y ojos. Hoy lo ve llegar con el dedo corazón agrietado. La piel late hecha un millón de trocitos. Ella le da una crema que deberá aplicarse durante diecinueve días. También le receta palabras analgésicas para la angustia. Él paga y ya sale. Aunque enseguida vuelve a entrar. Cardíaco y blanquísimo. Susurrando sobre el mostrador dice, y si te invito al cierre. Ella con su dedo corazón tan terso señala el luminoso. Farmacia 24 horas.