sábado, 21 de enero de 2017

Imposibilidad de nosotros

Sucede siempre igual que nunca coincidimos. Ni de mañana, ni de tarde. Tampoco al caer la noche. Como el Sol y la Luna. O arriba y abajo. Incluso antes y después. Somos irreconciliables, trocitos, par de imposibles. Por eso, cuando entro por la puerta, tú saltas por una ventana. Y si te llamo, no coges el teléfono. Subes a ese metro del que salgo. Cambias la línea, de gafas y hasta tus ojos. Ahora ves otra serie. Lees a otro autor (al que odio). Tu color favorito, opuesto al mío. Vegetariana y jamás vegetariano. ¿Cerveza? Mejor vino. Y tras los postres distintos, el mal sabor en la lengua de tu “tú a mí no”. Porque, da igual que nunca coincidamos, tú a mí sí. Todavía siempre.

viernes, 20 de enero de 2017

Sostiene Pereira

Que va a darme empleo: He venido desde el Lisboa de Lisboa, eso sostiene Pereira, a pedirle que a partir de ahora sea usted quien escriba las necrológicas anticipadas de los grandes escritores que “aún están por morirse” para mi pequeño diario apolítico, tan de papel. Así lo sostiene Pereira, igual que sostiene con ambas manos su limonada, la segunda ya que se toma en este huequito de cafetería de Atocha. Pero antes, dice después de haberse secado los labios, he de preguntar si le interesa a usted la muerte; porque, permítame la franqueza, yo no quiero creer en la resurrección de esta carne (señalándose el abultado estómago), aunque, lo confieso, sí sigo su blog. En realidad, me oigo que voy respondiendo, ahora escribo más para ConSalud. Pereira sostiene todo su espanto mientras ordena algunas ideas y otra limonada con mirada casi decidida. Un ojo, el izquierdo, puedo verlo, se asusta y al final se le escapa, silbando: ¿¡Prensa salazarista!? Debí haberlo visto venir, el verde de su camisa verde. No, no, me repito, tan sólo verde sanitario. Y su inevitable relación con la muerte, espero; aventura o intenta sostener Pereira, que enseguida sí que sostiene una larga lista de escritores sobre quienes habré de escribir: Puede comenzar por Mauriac o Bernanos. ¿Y entonces por qué no Lorca? Lo interrumpo. De nuevo el ojo fugitivo, medio suicida; este hombre debe de padecer de mala vida, adivino. Porque, sostiene Pereira y lo sostiene como si jamás fuese a soltarlo, Federico ya está muerto, Monteiro Rossi. Y yo quiero negar, recordarle que no me llamo así, pero las letras que conforman M-o-n-t-e-i-r-o-R-o-s-s-i empiezan a dibujar a Marta en el andén. Andarina, sonriente, verano de enero, ella pide la silla libre al hombre calvo sentado en la mesa de al lado, que por primera vez levanta las gafas del cuaderno donde tomaba notas. Parece muy cansado. Nos mira, (nos) espera. Continúe, Tabucchi, que no va a escribirse solo, sostiene Pereira. 

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Relato inspirado en la novela Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi